Compartimos con todos vosotros esta noticia de una joven argentina a la cual el Camino de Santiago le cambió la vida:

Desde hace siglos, los caminos que llevan a Santiago de Compostela atraen a miles de personas para recorrer alguno de los muchos senderos que conducen hacia la catedral de la ciudad gallega.

Los motivos son principalmente religiosos; gran parte de los peregrinos eligen recorrer el camino que lleva al lugar de sepultura Santiago el Mayor para darle gracias por alguna cuestión personal o pedir su intervención divina. Otros, en cambio, consideran el trayecto como una cuestión principalmente deportiva o un reto de resistencia.

Según datos de la Oficina de Acogida al Peregrino, alrededor de 446.035 personas recorrieron alguno de los senderos que integran el Camino de Santiago en 2023. Esto significa un 2% más en comparación con los datos del año anterior.
Si bien se estima que la mayoría de las personas que hacen el trayecto son españoles (44,78% del total en 2023), el peregrinaje está compuesto por personas que llegan de todas partes del mundo.

María Laura Romo (37) es argentina y trabaja como abogada especializada en cuestiones de derechos humanos y violencia de género. En 2019 se embarcó en la aventura de recorrer el Camino Francés y peregrinar hacia Santiago de Compostela. «Para mi viajar es un estilo de vida. Una chance que te da la vida y la tenés que aprovechar», cuenta, en diálogo con El Cronista España.

En más de 600 km. que duró su viaje conoció poblados, tuvo experiencias que nunca pensó tener, conoció personas que aún hoy considera su familia y consiguió hacer una hazaña personal que la acompañará por el resto de su vida.

La historia del Camino de Santiago comienza en el siglo IX con el descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en Galicia. Alfonso II, rey de Asturias, fue uno de los primeros peregrinos en realizar la ruta, y se le considera el impulsor de las peregrinaciones a Santiago de Compostela.

La noticia del hallazgo se extendió rápidamente por toda Europa, lo que incrementó las peregrinaciones, especialmente a través de rutas que aprovechaban antiguas calzadas romanas y caminos comerciales.

La ruta más antigua y oficial es conocida como la Ruta Primitiva (o Ruta Jacobea), que partía desde Oviedo. A medida que avanzaba la Reconquista en la Península Ibérica, el Camino Francés, que inicia en Orreaga-Roncesvalles, se convirtió en la ruta más popular.

Durante los siglos XII y XIII, el Camino de Santiago alcanzó su apogeo, convirtiéndose en un importante centro de peregrinación junto a Roma y Jerusalén. Sin embargo, diversos factores políticos y sociales hicieron que la popularidad del recorrido fuera menguando a partir del siglo XIV.

La confirmación por el papa León XIII de que los restos redescubiertos eran realmente los del Apóstol Santiago, en 1884, fue el puntapié para que el Camino de Santiago vuelva a recuperar su reputación en el mundo católico. La posterior declaración de la ruta de peregrinaje como Patrimonio Universal de la Humanidad por la UNESCO, proceso que inició 1993 y finalizó en 2015, permitió que más personas conozcan y elijan recorrerlo.

«En 2015 conocí a un español durante un viaje a la India y, durante una charla, me contó que él había hecho el Camino por una mera cuestión de deporte», indica María Laura. «Mantuvimos el contacto» y, cuatro años después, mientras estudiaba una maestría, fue a visitarlo a Puente la Reina donde vive con su pareja.

Durante el tiempo que se quedó con ellos, recorrió pueblos aledaños. «Un día viajamos a Logroño y allí dije ‘voy a iniciar desde acá el Camino de Santiago'».

Esto fue en enero de 2019. Meses después, ya en Buenos Aires, decidió sacar pasajes para viajar en agosto de ese mismo año. «Al siguiente día me di cuenta de que tenía que tener un training para poder afrontar eso. Cambiar la alimentación y entrenar para llegar a alcanzar la cantidad de kilómetros del recorrido».

Entre junio y agosto, María Laura comenzó a entrenar «en una ciudad que es completamente plana para un camino que no es». Para ello comenzó a transitar la capital argentina, cada día caminando una distancia mayor y, a la vez, buscando bajar los tiempos de la caminata. El objetivo estaba claro: lograr mayor resistencia física que la ayudará al momento de realizar el recorrido.

El recorrido comenzó el 17 de agosto de 2019. Ese día lo recorrió sola, como pensó que iba a ser el resto del viaje. Esta es una experiencia similar a la de miles de personas que peregrinan cada año hacia Santiago de Compostela, sin embargo, los peregrinos siempre terminan juntándose para no caminar solos. «Al segundo día me terminé juntando con un grupo de italianos, con quienes sigo manteniendo el contacto hasta el día de hoy».

Los vínculos son inevitables en el trayecto. Cada persona termina compartiendo su historia y el motivo por el cual se está haciendo el viaje. «Cuando uno va a ver fútbol, uno no sabe siempre quién está al lado. Pero cuando hay un ‘abrazo de gol’, sabés que esa persona comparte y siente lo mismo que vos. En el camino es lo mismo».

Además de esos compañeros de viaje, la mochila es la compañía más importante que tienen los peregrinos. El sitio especializado Vive el Camino menciona la «Regla del 10%», lo cual significa que es recomendable no llevar más que ese porcentaje del peso corporal como carga. Esto es importante, según se menciona, «para que nuestra marcha por el Camino no se convierta en un verdadero dolor de espalda».

«Yo tenía dos pantalones cortos reversibles, tres remeras, un pantalón largo, una campera de abrigo liviana, un piloto de lluvia, elementos de higiene y el botiquín», indica María Laura. «Y te arreglás perfectamente con eso, no te hace falta nada».

Durante el trayecto se pueden encontrar diferentes albergues municipales, preparados especialmente para alojar a los peregrinos. Estos pueden ir desde hoteles lujosos y hostales hasta iglesias, que abren sus puertas a los viajeros para poder descansar. «Jamás en mi vida pensé en dormir en el campanario de una iglesia, y en este viaje lo hice».

El recorrido del Camino Francés es de un poco más de 900 kilómetros, se puede iniciar desde Orreaga- Roncesvalles (Navarra) o desde Somport (Aragón) y tiene una duración promedio de 31 días. María Laura inició el recorrido desde la ciudad riojana de Logroño, a 613 km de Santiago de Compostela.

«Antes de entrar a la ciudad llegás al Monte do Gozo. Cuando ví a lo lejos la Catedral me di cuenta todo lo que había hecho y me largué a llorar», cuenta. Tras 23 días, arribó, junto a su grupo de viaje y otros peregrinos a la basílica que guarda los restos del Apóstol Santiago.

Quienes finalizan la travesía en la ciudad gallega lo hacen ingresando a la Catedral y abrazando la estatua del Santo que le da su nombre. Esta costumbre, que data del siglo XIII, simboliza el agradecimiento de los peregrinos por haber sido guiados y ayudados por el Apóstol durante su peregrinación. Para María Laura, significó más que eso: «Lo estaba abrazando en representación de muchas personas que me acompañaron durante el camino. La que caminaba conmigo y los que me apoyaron desde lejos».

A cada peregrino que completa la peregrinación se le otorga la «Compostela», el documento que certifica la realización del Camino de Santiago. Es otorgada por las autoridades eclesiásticas de la Catedral gallega y se entrega Oficina de Atención al Peregrino.

La condición para obtenerla es caminar al menos 100 km hacia Santiago de Compostela. Esta distancia se duplica si el peregrino realiza el trayecto en bicicleta o caballo.

Si bien muchas personas eligen concluir el viaje en Santiago de Compostela, algunos eligen hacerlo en el Cabo de Finisterre. Este punto de Galicia era considerado por los romanos como el fin del mundo («finis terrae») y está ubicado a 85 km de la ciudad santiagués. María Laura Novo, junto con algunas de las personas que conoció en el viaje, decidieron finalizar el peregrinaje allí.

«Después volví media tarde más a Santiago de Compostela, como para despedirme de la ciudad y ahí sí estar sola un rato», indica. «Si bien es bueno pasar tanto tiempo en compañía, también hace falta momento de soledad para procesar el logro».
Sin embargo, haber alcanzado el final del peregrinaje no significa que sea la última vez que lo haga. «Si hoy ocurriera un milagro y tuviera el pasaje, iría directamente a Santiago de Compostela. Pero en un futuro, me gustaría elegir otro camino. Tal vez el portugués, para hacer más la zona de playas, para pasar por otra parte de Galicia».

Hay multitud de motivos para hacer el peregrinaje a Santiago de Compostela, desde el religioso hasta el meramente deportivo. Pero lo importante es ese llamado que hace que cada año sean miles las personas que se animan a llevarlo a cabo. Lo dice María Laura: «El Camino te elige. Sí existe esa necesidad de hacerlo es porque vos ya fuiste seleccionado».

Fuente: www.caminodesantiago.org

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