No son pocos los viajeros que se extrañan de encontrar el característico indicador que orienta a los peregrinos del Camino de Santiago en la calle Mayor de Alicante, ¿la vieira jacobina indicando aquí la dirección a tomar para llegar al Obradoiro?

No es la única, hay más señales idénticas en distintos puntos de la ciudad. La ruta existe, es obvio, basta con echar a andar, a pedalear si lo prefieren, y uno llega a Santiago tarde o temprano, pero, ¿tiene fundamento histórico como ruta jacobea?

Desde 1993 existe en Alicante una Asociación de Amigos del Camino de Santiago que ofrece información y organiza actividades relacionadas con el asunto, de ellos parte la iniciativa de promocionar el antiguo itinerario que partía de la Basílica de Santa María, seguía por la calle Villavieja hasta la Plaza de Santa Faz, la calle Mayor y el Portal de Elche.

Todavía en el interior de la ciudad, el trayecto nos encamina por la calle San Francisco, las avenidas Maissonave, Aguilera y Orihuela, hacia la Plaza de la Luna y el Vial de los Cipreses. De ahí continuamos hacia Villena, Yecla… por resumir, pisaremos tierras de Alicante, Murcia, Albacete, Toledo, Madrid, Ávila, Valladolid y Zamora hasta enlazar con la vía de la Plata en Benavente o el concurrido Camino Francés en Astorga.

Según el itinerario propuesto por la asociación, hacen falta 40 días, con etapas de unos 25 kilómetros, lo que vienen a ser unas seis horas caminando, aunque no solo es la distancia, sino la inclinación del terreno, el calor, o el tipo de pavimento lo que influye en la dureza del recorrido. Y hasta enlazar con las rutas más populares, es recomendable planificar muy bien cada jornada si no quiere uno verse obligado a dormir al raso o pagar el elevado precio de un hotel, porque los albergues escasean.

Es cierto que la peregrinación nunca fue tan abundante como en la actualidad, y en varios periodos de su larga historia decayó hasta la irrelevancia, pero queremos saber si esta propuesta nace en exclusiva del impulso que la Xunta de Galicia, con la inestimable colaboración de Juan Pablo II, dio al fenómeno a partir de los años 80 del pasado siglo o la cosa viene de atrás.

La respuesta está en la abundante documentación que la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino difunde en sus publicaciones. De ella se desprende que el llamado «Camino del Sureste» figura descrito en 1546 por el correo real Pedro Juan Villuga en su obra «Repertorio de todos los caminos de España, hasta agora nunca visto en el cual allarán cualquier viaje que quieran andar muy provechoso para todos los caminantes», en la cual se describe el itinerario entre Alicante y Santiago de Compostela, que a su vez es herencia de los caminos medievales hispanos.

Pero en su afán por establecer este contacto mediterráneo-atlántico, la asociación valenciana documentó también el llamado Camino de Levante, o Ruta de la Lana, que une Alicante y Valencia con Santiago de Compostela a través de más de 1.200 kilómetros por un trayecto que gana el norte vía Cuenca para llegar a Burgos, cuya extraordinaria catedral no es pequeño incentivo para escoger este trayecto.

El origen de esta ruta se remontaría a los tiempos en que peregrinos procedentes de Nápoles, Sicilia o Baleares, e incluso Roma, Jerusalén y Palestina, llegaban a la Península por el puerto de Valencia y proseguían viaje hasta Santiago siguiendo una parte de la Vía Augusta romana o, según el Repertorio de Caminos del citado Juan Villuga, por el Camino de la Lana. De hecho, en Valencia, existieron desde el siglo XIV diversas órdenes e instituciones relacionadas con el Camino de Santiago y varios hospitales de peregrinos.

El nombre de Ruta de la Lana se explica porque se trata de uno de los primeros trazados dedicados a la trashumancia en España, y era usado por los antiguos esquiladores y comerciantes para llevar al norte y vender la lana de sus ovejas.

A pesar de su antigüedad, no fue hasta 1999 cuando se estableció un vínculo entre la Ruta de la Lana y el Camino de Santiago, al publicarse el libro La Ruta de la Lana: guía del Peregrino a Santiago de Compostela (de Cuenca a Burgos), en el que se recoge el relato del trazado que hicieron tres peregrinos en 1624 para visitar la tumba de Santiago Apóstol. En esta obra se confirmaba que muchos peregrinos llegaban al Camino Francés gracias a las rutas de la trashumancia, como es el caso.

Fuente: La Vanguardia

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