Gianluca camina junto a un guardia civil y a Graziano Lomagistro, su educador. Sonríe y reconoce que le encantan las iglesias que está viendo desde que salió de Tui. Lo explica con una sonrisa que delata que esta experiencia le está cambiando la vida. A él se le nota en su expresión. La psicóloga y la neuropsiquiatra que le acompañan, Patrizia Ginori y Giuliana Delia, lo verbalizan. «Ganan en autonomía, socializan al hablar más entre ellos. El Camino es un maestro de vida y a ellos les ayuda a descubrir nuevas sensaciones», explican. Gianluca es uno de los once adolescentes con autismo que salieron de Turín de la mano de la Associazione Mulino Sambuy y desde el pasado viernes recorren el Camino Portugués desde Tui hasta Santiago.

Este martes toca ir de Pontevedra a Caldas. Es la cuarta etapa de un viaje de 118 kilómetros que vale mucho más que una compostela. «Es un proyecto científico en el que medimos cómo influye el viaje en su desarrollo. Viajamos educadores, psiquiatras, psicólogos y neuropsiquiatras», explica Graziano, uno de los responsables de una expedición, que viene respaldada por el servicio de salud italiano y la administración local de Turín.

Caminan por medio de la naturaleza a la altura de Barro cuando se acerca la hora de comer. Nadie está cansado, ni siquiera parece que tengan hambre. Un coche de la Guardia Civil cierra una expedición en la que colaboran 24 agentes, dos de ellos a caballo, y otros dos Carabinieri italianos, que apoyan habitualmente la seguridad en el Camino. «No podemos estar más agradecidos. Al venir con ellos, podemos ir pendientes de cada detalle, de ver cómo actúan y recoger su evolución», apunta Graziano Lomagistro, que pone ejemplos: «Uno de ellos estaba continuamente frotándose una especie de tela por un lado de la cara y ha dejado de hacerlo». Son detalles de una experiencia que comenzaron a preparar hace meses junto a sus familias. Cada uno de los menores recibió varios dosieres detallados de lo que iban a hacer. Solo las instrucciones del aeropuerto son una veintena de páginas. Otras tantas ocupan la información de las etapas y los pasos que hay que dar cuando se llega al albergue. «Necesitan tener todo controlado», explican el equipo de profesionales, que escogieron la ruta jacobea por los servicios y la seguridad que ofrece. Fueron examinados antes de emprender el viaje, lo volverán a hacer en el ecuador, al llegar a Turín y en tres meses. De esa forma podrán valorar el poso que ha dejado una semana sin su familia. «Es increíble lo que han mejorado en tan poco tiempo», apunta Lomagistro a pocos metros de llegar a la Fervenza de A Barosa.

Los agentes vigilan que nadie se quede atrás y cortan la carretera para que crucen con seguridad la N-550. El Camino también es imprevistos. Y este martes toca cambiar de planes cuando el hambre aprieta. El bar está cerrado. «Eso también es una enseñanza porque se rompen las rutinas», sonríe Graziano. Finalmente comerán unas empanadas en el merendero próximo. La caminata ha sido larga y aún queda llegar a Caldas. Santiago está cada vez más cerca.

Fuente: La Voz de Galicia

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