Salir de casa, caminar cincuenta metros, esquivar tres bicicletas, cruzarse con una familia cuyo acento posiciona lejos de Galicia; seguir caminando, llegar al Obradoiro, observar a los cientos de extranjeros que deambulan de un lado al otro en busca de la oficina del Peregrino… “¿Where can I have the Compostela?”… Explicarle a duras penas con el inglés aprendido en COU que para llegar a la Oficina del Peregrino de Carretas es necesario bajar las escaleras que descienden por el lateral derecho del pazo de Raxoi. Continuar caminando y ver como el casco histórico está repleto de albergues, hostales, hotelitos con encanto y restaurantes que ofrecen sus cartas en varios idiomas.

El conocido Hotel Compostela, en una postal del año 1935 – Fuente: El Correo Gallego

La rutina diaria de quienes viven en la zona monumental compostelana no siempre fue así. Hubo un día en el que quienes vivían en Santiago se encontraban, como mucho, con algún peregrino enloquecido por las penurias del Camino, o con algún alto cargo del clero o del gobierno que pasaba por la ciudad a visitar al Apóstol. El cambio que hizo que Compostela dejase de ser una pequeña urbe para convertirse en la ciudad cosmopolita y turística que es hoy no fue rápido ni sencillo, sino un proceso digno de estudio. Tanto es así que el historiador Juan David Díaz López acaba de publicar un libro, en colaboración con el Consorcio de Santiago y Teófilo Ediciones, en el que recoge buena parte de la que fue su tesis doctoral: Fondas e Hoteis da Compostela Burguesa (1878-1930).

Ahí repasa los cambios que llevaron a la ciudad a enfocar su actividad económica hacia el alojamiento de forasteros. La primera fecha coincide con el momento en el que aparece el primer establecimiento que puede compararse con un hotel, la Fonda Suiza, que se situaba en la rúa da Conga. La segunda referencia se centra en la inauguración del Hotel Compostela, considerado el gran hito de la hotelería gallega de la época, tanto por sus dimensiones — que eran mayores a las que hoy conserva—, como por su localización y por los servicios que ofrecía a sus clientes.

Entre medias, un sinfín de historias, establecimientos y demostraciones de que las gentes gallegas son muy acogedoras, aunque, parafraseando a un expresidente del gobierno español, “una cosa es ser solidario; y otra, serlo a cambio de nada”. Así, tal y como explica el historiador, durante un tiempo fue relativamente habitual que algunos vecinos de la ciudad utilizasen sus propios hogares para alojar a visitantes que, a cambio, pagaban sus servicios con una ayuda que permitía sobrevivir a muchas familias.

Si bien el trasiego de extranjeros no era siquiera comparable al que hoy es habitual en la ciudad y que despegó a partir del Xacobeo 93, lo cierto es que los años estudiados en la tesis de Díaz López corresponden a un gran despertar del sector hotelero. Tanto es así que, según el propio autor, la fonda está reconocida como la principal categoría hotelera en el ámbito español hasta bien avanzado el siglo XIX. A finales del siglo XVIII no existían los hoteles en Galicia y no los hubo en propiedad hasta un siglo más tarde.

Pero entonces, ¿qué fue lo que puso a Santiago en el mapa de los viajeros de todo el mundo? Para el autor, la clave está en la llegada del ferrocarril: la facilidad para llegar hasta Santiago hizo que los viejos hospedajes, en su mayoría pensiones, posadas y paradores normalmente mal alojados en edificios viejos y cuya calidad de servicio dejaba mucho que desear, no fueran suficientes para los altos estándares de los visitantes llegados d otros países de Europa o incluso de ciudades más modernas de España, como Madrid o Barcelona.

CON AIRE BURGUÉS. De ahí que el título del libro haga referencia a la Compostela burguesa. Fue justamente el intento de acercar los hospedajes a la imagen de las viviendas burguesas de la ciudad lo que dio pie a la aparición de establecimientos como el Hotel Europa, La Perla, La Ferrocarrilana… todos ellos con un modesto encanto burgués, señala Juan David Díaz.

El nuevo look de estos establecimientos permitió además que grandes figuras sociales y políticas del mundo utilizasen sus habitaciones más lujosas para pasar la noche. Este es el caso de los hijos de la reina Victoria de Inglaterra, el gran duque Constantino de Rusia, Hemingway, Eva Perón o Eduardo de Inglaterra. Relatos que se pueden encontrar, junto a numerosas fotografías y planos de la época en Fondas e Hoteis da Compostela Burguesa (1878-1930).

Fuente: El Correo Gallego

Translate »
×

Contacta con nosotros:

× ¿Cómo puedo ayudarte?